24 de diciembre de 2008

Pan integral (técnica de la impulsividad), 17/11/08

¿En qué consiste? ¿Cómo se desarrolló?


Aparentemente ésta era la actividad más sencilla: por parejas, cara a cara, teníamos que establecer un diálogo en el que solo podíamos decir “pan integral”. Aparentemente, porque en realidad era complicadísimo. El objetivo era darnos cuenta de que con una expresión tan tonta como “pan integral” podemos expresar mucho de nosotros mismos: cómo nos sentimos, si la persona con la que hablamos nos incomoda o no, etc.


Esta vez trabajé con Marisa, así que os podéis imaginar que más que sosegada, estaba intranquila i bastante cortada. Durante el ejercicio ella parecía llevar la voz cantante, a mí me intimidaba tenerla frente a mí, mirándome a mí y a nadie más, y me mostraba más insegura. Aun así, la actividad se desarrolló bien, no hubo silencios ni momentos demasiado incómodos, pero es cierto que al final Marisa y yo nos encontrábamos un poco cansadas.


¿De qué me doy cuenta sobre mí mismo? ¿Y de la relación con el grupo?


Me he dado cuenta de que puedo transmitir cómo me siento sin apenas decir nada, que, por decirlo de algún modo, utilizando solo mi voz, solo diciendo dos palabras, soy bastante transparente. Benjamín, que estaba a nuestro lado, se dio cuenta de lo que estaba sucediéndome y me animó a seguir, a “crecerme” y a expresarle a Marisa que me estaba haciendo sentir inferior a ella, por supuesto solo diciéndole “pan integral”.


Con respecto a la relación con el grupo, tuve la impresión de que al final todos terminamos cansados y que el ejercicio se nos hizo un poco monótono. Más que aburrido, creo que al tratarse de una práctica repetitiva, había que saber hacerla muy bien, y no rendirse antes de tiempo.


¿Cómo fue mi relación con los papeles de la autoridad?


Como ya he dicho, hice este ejercicio con la profesora y creo que eso entorpeció un poco mi actitud, puesto que incluso antes de comenzar, tenía ya miedo. Marisa se sorprendió cuando lo comenté a Benjamín, ya que ella estaba participando como un estudiante más y para nada pretendía intimidarme; de hecho, creo que el problema era mío, quiero decir, que ella no hizo nada explícitamente que pudiera molestarme, sino que todo se debía a lo que yo pensaba o imaginaba que ella pudiera pensar.


¿Por qué puede ser útil esta actividad para mí?


Ha sido útil por lo que comentaba anteriormente, porque me ha mostrado en primera persona que no necesito una expresión elocuente para mostrar cómo me siento; que además de las palabras, el cuerpo y la voz también pueden decir(me) mucho.


¿Cómo me he sentido? Percepciones, sensaciones y sentimientos de mí y con mis compañeros.


Sin duda, ha sido una de las actividades que más nerviosa me han puesto y, probablemente, con la que menos he disfrutado, sin que eso signifique que no me gustó; de hecho, me enamoré de la dinámica y creo que es un ejercicio fantástico para utilizar en clase.


¿Cómo lo relaciono con otras asignaturas?


Creo que este ejercicio es fundamentalmente una manera de aprender a mantener una conversación con los demás, y no me refiero exclusivamente a dialogar, sino, al mismo tiempo, a saber con quién se está dialogando y a tener presente qué me está diciendo en realidad el emisor, qué puedo deducir yo de su forma de hablar, de sus movimientos y su postura, cómo debo reaccionar ante eso, etc. Como en casi todos los diálogos, en el que mantuvimos Marisa y yo también hubo una postura más dominante que otra: yo sentía que era ella quien llevaba las riendas de la conversación y ante eso apenas podía objetar o hacer nada. Junto con los papeles que adopta (inconsciente o conscientemente) cada uno, se encuentra el concepto de autoridad, del que también hemos hablado en clase. Así pues, creo que este ejercicio podría estar relacionado con algunas ideas explicadas en las clases de Socioconstructivismo y Autonomía.


Por un lado, podría relacionarse con los nuevos roles que deben adoptar profesores y alumnos. Pensando en mi experiencia, me sentía intimidada por la “autoridad”, pero lo cierto es que Marisa tenía las mismas condiciones que yo, ni una más; aunque yo la viera como la autoridad, ella estaba al mismo nivel que yo, era una estudiante más. Todo esto me recuerda a cuando comentábamos en el aula que efectivamente el buen profesor debería saber entender un poco al estudiante, sin necesidad de perder por ello todo su poder; valorar además de conocimientos o de lo rápido o despacio que el alumno aprende, los aspectos afectivos, o simplemente ponerse en la situación del estudiante.


Por otro, y muy en consonancia con el párrafo anterior, la actividad me recuerda un poco a los contratos de aprendizaje que comentamos con la profesora Helena Baynat, puesto que durante la actividad parecía que Marisa y yo estábamos discutiendo sobre alguna cuestión; con un simple “plan integral” parecíamos querer alcanzar un pacto, que desgraciadamente no conseguimos porque supongo que no puse toda la carne en el asador. Esta experiencia me hace pensar en posibles encuentros o seminarios en los que el alumno, por miedo a meter la pata o “desafiar” el poder “omnipotente” del profesor, abandona el contrato de aprendizaje antes de tiempo.


Finalmente, aunque esto menos profundo, es una práctica que me recuerda también a la parte de discurso oral que trabajamos con el profesor Faust, ya que, teniendo en cuenta que solo se nos permitía decir “pan integral”, los gestos, movimientos, en definitiva, la expresión corporal, significaba muchísimo, como sucede en situaciones orales.

0 opiniones:

 

Copyright 2007 ID Media Inc, All Right Reserved. Crafted by Nurudin Jauhari