18 de febrero de 2009

Despedida (temporal, espero)

Casi tres meses después de la primera entrada, llega el momento de despedirse y hacer balance, al menos de la asignatura “Técnicas teatrales de expresión”. Confieso que no me gustan las despedidas, preferiría dejar la puerta entreabierta para poder pasar por aquí de nuevo; aun así hoy es el último día de clase y tengo que autoevaluarme. Intentaré que, por ser la última, y dado que las despedidas siempre son muy sentidas y amargamente dulces, esta entrada sea lo menos racional posible y transmita de la mejor manera posible cómo me siento después de las clases con Benjamín y la reflexión personal que he hecho a partir de éstas. Allá voy:


Tengo la sensación de que a lo largo de todas las clases con Benjamín y mis compañeras, he ido evolucionando poquito a poquito. Recuerdo lo nerviosa e insegura que estaba la primera clase, el modo en que empezaba a tranquilizarme o soltarme a partir de la tercera clase y lo cómoda e integrada que me sentía en las dos últimas. Ha sido para mí una evolución gradual, pasito a pasito, con las indicaciones de Benjamín, y siempre cogida de la mano de mis compañeras. Todavía me río de cómo mi cara de escepticismo de las primeras sesiones se ha ido volviendo comunicativa, expresiva y relajada; quién me lo diría, a mí, que no había actuado nunca en un espacio vacío y nuevo, y que para nada creía que la práctica de ejercicios de relajación pudieran resultar útiles para el desarrollo de la clase.


Estoy contenta, contenta y satisfecha. La reflexión de las actividades de clase y de mi participación y la de mis compañeras, me ha servido para darme cuenta de lo provechoso que me ha resultado esta asignatura. Por fin he sido consciente de factores en los que nunca había pensado: en primer lugar, de lo importante que es conseguir que el profesor y los alumnos se sientan cómodos en el aula, que exista conexión entre ellos, que la enseñanza no se limite a transmitir conocimientos, sino a hacerlo involucrando y motivando al estudiante, conociéndolo, aprendiendo de él, adaptándose a sus estrategias de aprendizaje; en segundo lugar, de que mi cuerpo y mi mente tienen mucho que decirme sobre la manera de enseñar, especialmente el cuerpo.


Benjamín nos ha enseñado que debemos escucharnos a nosotras mismas, sentir qué nos dicen nuestros músculos, qué les pasa, si se quejan por algo; que debemos intentar olvidarnos de lo racional, o al menos desconectar de nuestras preocupaciones o del exterior antes de comenzar una clase, y valorar cómo me siento aquí y ahora y qué puedo hacer yo con mi cuerpo para conseguir ofrecer a los alumnos y también a mí misma, por qué no, toda mi creatividad, imaginación y vulnerabilidad.


La relación con mis compañeras, además, ha sido muy buena. En todo momento me he sentido a gusto con ellas y trabajar a su lado, intercambiando papeles /roles, impresiones, emociones me ha hecho ver lo diferentes que somos las personas, el modo tan dispar que tenemos de sentir, de entender las cosas, y, sobre todo, de que cada una tiene en su interior miles de sentimientos y recuerdos que deben valorarse a la hora de relacionarse con ellas. Creo que trabajar en grupo me y nos ha hecho mucho bien porque ha sido un modo de demostrarnos en la medida de lo posible, lo complicado pero a la vez apasionante –por la variedad de estudiantes- que resulta ser profesora, no solo cuando se explican contenidos, sino también cuando interactuamos, negociamos, intercambiamos ideas con los alumnos.


Empezaba este blog con unos objetivos que me animó a marcarme Benjamín: hacer un seguimiento exhaustivo del foro de la asignatura, elaborar mis propias reflexiones, comentar las actividades en el aula y añadí además ofrecer enlaces que resultaran interesantes para mis compañeras. Creo que lo he conseguido. Ha sido laborioso y complicado pero lo he logrado. Me encanta poder releerme dos meses atrás y darme cuenta de en qué nivel estaba entonces y dónde me encuentro ahora. Independientemente de que se tenga en cuenta o no este blog, creo que ha sido una experiencia que ha merecido la pena y aunque me ha “quitado” mucho tiempo, no me arrepiento de ello. Estoy convencida de que a la larga puede servirme para reflexionar y recordarme quién soy y qué debo hacer para conocerme y darme a conocer a mis alumnos.


Esta autoevaluación está llegando a su final, pero antes querría criticarme un poco. Repito que todo me ha parecido muy provechoso pero quizás hubiera podido involucrarme un poco más en las clases, confiar un poco más en Benjamín y olvidarme de las preocupaciones externas. Sin embargo, estoy convencida de que si la asignatura se prolongara un poco más, podría hacerlo.


Pues hasta aquí, a modo de conclusión informal y algo infantil, me gustaría decir que me lo he pasado como una niña, que me he sentido con una niña inexperta en clase, que aprendía continuamente de y con sus compañeras y que he disfrutado como tal de la música y de los ejercicios de Benjamín, aunque pudieran incomodarme un poco. Más vale que “Blogger” no nos cierre nunca los blogs, porque estoy convencida de que en un futuro volveré a “A Lev le gusta el teatro” para recordar y poner en práctica con mis alumnos todo lo que he aprendido en esta asignatura.


Un abrazo,


Inma.

31 de enero de 2009

Relajación y laboratorio de pruebas, 28/01/09

¿En qué consiste? ¿Cómo se desarrolló? ¿De qué me doy cuenta sobre mí mismo? ¿Y de la relación con el grupo? ¿Cómo me he sentido? Percepciones, sensaciones y sentimientos de mí y con mis compañeros.

El objetivo principal de la sesión era impulsar y fortalecer la creatividad e imaginación de la profesora, además de mejorar su autoestima. Los ejercicios pretendían realizarse no solo para el beneficio de la profesora (nosotras), sino también para el buen desarrollo de la clase con los alumnos. Debíamos aprender en cierto modo a conectar con el alumno, más allá de explicar unos contenidos.

Dividimos las cuatro horas en dos partes bien diferenciadas: una de relajación y la otra de interpretación o roleplaying. En primer lugar, nos pusimos en círculo y repetimos lo de la clase anterior: imitamos a Benjamín. De nuevo Benja exageraba cualquier movimiento y al menos a mí me resultaba un poco violento; además, Isabel no se sentía muy a gusto en el grupo y creo que al resto nos influenció un poco.

Después de la relajación, nos sentamos en círculo con los ojos cerrados, y Benjamín empezó a contarnos una historia cuyas protagonistas íbamos a ser nosotras mismas. Antes de empezar, realizó lo que considero que fue un ejercicio para desarrollar nuestros sentidos y conseguir que fuéramos más vulnerables con nuestro cuerpo y las demás. Poco a poco, nos fue contando que nos íbamos llenando de color. Piano, tan sutilmente –o al menos así lo sentía yo- que la experiencia, sobre todo cuando rozábamos la zona de la pelvis, se convirtió por un momento en algo cargado de sentimiento y por qué no decirlo, de erotismo. Al terminar, teníamos cada parte de nuestro cuerpo de un color y podía sentir la fuerza e intensidad de cada uno de ellos: el calor del amarillo, la suavidad del verde, el sosiego del azul... Sencillamente, me pareció una sensación increíble en la que, aunque no se prolongó demasiado, pude sentir la cantidad de vida y fuerza que albergaba cada uno de mis músculos y órganos.

Al terminar, fue cuando Benja nos contó la historia que, desgraciadamente, no tuvo demasiado efecto en mi caso. La experiencia consistía en imaginar que nos íbamos de la universidad, subíamos en un vehículo e iniciábamos un viaje hacia el bosque, viendo cada vez más lejos la universidad. Una vez en el rincón más frondoso, nos sentábamos en una piedra y se nos aparecía una niña que era en realidad nuestra persona de pequeñita. Ésta nos contaba algo al oído y nos entregaba un regalo. En mi caso, y a diferencia del resto de la clase, me costó muchísimo adivinar qué me decía (yo misma de pequeña). Estuve pensando un poco en qué podía revelarme y creo que me dijo algo así como "¿ves cómo sonrío? Así eres tú", pero admito que no fue como otros ejercicios donde reacciono sin que sea necesario buscar una respuesta.

De este último ejercicio me doy cuenta del efecto en primer lugar de los ejercicios de relajación y en segundo lugar, de la fuerza del subconsciente. Es cierto que yo no terminé muy satisfecha -también es cierto que lo empecé bastante escéptica y con un dolor de espalda horroroso- pero al escuchar a mis compañeras, pude comprobar que efectivamente se habían aislado física y mentalmente del exterior y que, concentradas en aquella historia, sintieron cómo la niña les explicaba y regalaba algo relacionado con lo que les había acabado de contar.

Por ejemplo, en el caso de Carmen, contaba que su ella pequeña le dijo que estaba bien, que se olvidara del pasado porque se encontraba bien, y le entregó un llave, que, valientemente, interpreto como una manera de animarle a cerrar la puerta del pasado y abrir una nueva que lleva a la felicidad. Supongo que si alguien lee todo esto pensará que nos hemos vuelto locas o que Benja es un Blake más, pero después de atender a las experiencias de mis compañeras, estoy más que convencida de que estos ejercicios no son una manera de perder el tiempo, sino un modo de conocernos un poco mejor y de demostrarnos quién somos y cómo nos sentimos aquí y ahora.

La segunda parte de la sesión la dedicamos a lo que Benjamín bautizó como "el laboratorio de pruebas", es decir a generar situaciones complicadas de enseñanza y a impulsar la enseñanza creativa. Carmen fue la primera en lanzarse al ruedo y la verdad es que aguantó como una campeona. El ejercicio consistía en que ella jugaba a ser profesora y el resto, a actuar como esos alumnos que nunca queremos tener, bien porque no prestan atención, porque hablan demasiado, porque no están motivados, etc.

Durante y después del ejercicio nos lo pasamos como niñas, porque vimos reflejado en nosotras mismas por un lado, lo que disfrutan los alumnos cuando manejan como quieren al profesor, y por otro, lo complicado que resulta para el profesor ganarse el respeto y la atención del alumno. Uno de los puntos importantes de la práctica, es la importancia de la improvisación e imaginación. Así por ejemplo, en una de las interpretaciones, aprovechando que los niños se pasaban notitas en vez de escuchar la explicación de la profesora, ésta hubiera podido animarles a aprender inglés escribiendo papelitos.


¿Cómo fue mi relación con los papeles de la autoridad?

Al principio de la clase y en parte al dolor de espalda que tenía, no tenía mucha ilusión y me costaba seguir el ritmo a Benjamín, pero a medida que fuimos relajándonos, cogí más confianza y me relajé cada vez más, con lo que también mejoró mi relación con él.

¿Por qué puede ser útil esta actividad para mí?

Es útil porque me ha demostrado más que nunca la eficacia de la relajación, y porque me ha concienciado de lo importante que es que el profesor se esfuerce por acercarse (conectar) el máximo posible a sus alumnos mediante la imaginación e implusividad. También me ha gustado muchísimo porque de nuevo me ha demostrado que debo confiar mucho más en mí misma, ya que si soy insegura o triste una clase, es imposible transmitir energía positiva a mis alumnos.

¿Cómo lo relaciono con otras asignaturas?

La verdad es que los ejercicios de esta sesión, especialmente el segundo, están muy relacionados con otras asignaturas, y a diferencia de en otras ocasiones en que tenía que pensarlo más, a medida que escribía los párrafos anteriores iba viendo con claridad y sin buscarlo, el vínculo de contenidos.

En primer lugar, es evidente que la parte de relajación es una práctica socioconstructivista, puesto que, como dijimos en entradas anteriores, intenta conseguir el bienestar del profesor y del alumno. Pero más allá de eso, en los ejercicios pude percibir algo distinto, quizás porque Benja nos dijo que íbamos a fomentar la creatividad a través del relax. Las actividades iban a hacernos sentir mejor para después estar más brillantes en los ejercicios de roleplaying. Todo esto me lleva a pensar que la relajación es fundamental no solo para que exista un buen ambiente en clase, sino para que el profesor se sienta más seguro consigo mismo.

Si el profesor logra dejar sus problemas fuera del aula, o incluso, entra con ellos pero se esfuerza por aceptarlos y buscar alternativas para que no le influyan con su relación con los alumnos, si el profesor confía en él, se siente a gusto, y es muy probable que los alumnos así lo sientan y se muestren más motivados e incluso empáticos. En este sentido, y como nunca antes lo había hecho, estoy convencida de que la relajación, el hecho de pararse un momento a escuchar el propio cuerpo y la mente, debería ser una práctica obligatoria antes de empezar la clase.

Además, volviendo a la idea de Gattegno de que “solo la conciencia es educable”, creo que también estos ejercicios nos demuestran que mediante la relajación el profesor (y también el alumno) puede mejorar su capacidad y potencia. Se trata de producir conciencia, más que conocimientos, como afirma Gattegno, y creo, porque así lo sentí en mis compañeras, que el ejercicio de la historia, por ej., despertó en nosotras vulnerabilidad, impulsividad, creatividad, etc., elementos que sin duda favorecen la toma de conciencia del alumno en su proceso de aprendizaje.

Otra relación que veo con las demás asignaturas es que creo que el ejercicio de roleplaying sirve para concienciarnos de lo imprescindible que resulta tener presente y enseñar las diferentes estrategias de aprendizaje. En este ejercicio era el profesor quien tenía aplicar distintas estrategias según el estilo y tipo de estudiante. El profesor debía acercarse al alumno, colarse en sus pensamientos e intentar “justificar” sus actos para ver y entender de qué manera podía conseguir que el alumno se implicara y se motivara lo máximo posible.

Del mismo modo, existe también una relación clara entre la sesión y las ideas de Vigotsky que aparecen en su libro “La imaginación y el arte en la infancia”. Vigotsky se refiere a lo largo del texto a los beneficios del teatro sobre el niño porque supone una manera muy eficaz de expresar sus emociones o reacciones respecto a lo que le rodea. Es cierto que habla del teatro y los niños, pero el texto hace referencia a asuntos que desde luego otorgan aun más sentido a lo que hacemos en clase.

A continuación, copio algunos párrafos interesantes:

“El cerebro no sólo es un órgano capaz de conservar o reproducir nuestras pasadas experiencias, sino que también es un órgano combinador, creador; capaz de reelaborar y crear con elementos de experiencias pasadas nuevas normas y planteamientos.”

“Es cierto que las cotas más elevadas de la creación son, hoy por hoy, sólo accesibles para un pequeño grupo de grandes genios de la humanidad, pero en la vida que nos rodea, cada día existen todas las premisas necesarias para crear; y, todo lo que excede del marco de la rutina encerrando siquiera una mínima partícula de novedad tiene su origen en el proceso creador del ser humano.”

Estos son solo dos ejemplos de párrafos que nos remiten a dos de las ideas que nos dio Benjamín en clase: 1) abrir en el profesor un espacio de contacto con su creatividad, imaginación, impulsividad, vulnerabilidad, etc.; y 2) descubrir la dinámica de contacto aplicada al encuentro con los alumnos.

Según Vigotsky, la imaginación es un proceso creador de combinaciones de experiencias adquiridas. En mi opinión, considero que cuanta más experiencia tenga el profesor, cuantas más vivencias haya experimentado, más fácil le resultará acercarse al alumno y exprimir al máximo su capacidad imaginativa para conseguir el encuentro cognitivo y emocional con el alumno. En el ejercicio de roleplaying el objetivo no era sino este: ideárselas a base de imaginación para encontrar la forma más eficaz para que los alumnos se implicaran y participaran conscientemente en el proceso de aprendizaje.

30 de enero de 2009

Citas y frases (IV)

"Dime y olvidaré;

muéstrame y puede que recuerde;

implícame y comprenderé."

Confucio. ca. 450 a.C.

28 de enero de 2009

Seguimiento del fórum 15/12/08 (VI)


Por último, Aída e Isabel respondieron en el fórum sobre la relación que existe entre las actividades de ese día con otras asignaturas, y sobre aquello de lo que se dieron cuenta. Ahí va:


“Los ejercicios de relajación son técnicas que permiten mantener el cuerpo liberado de tensiones por las labores que realiza a diario, usando el equilibrio mental, pues el cuerpo hace lo que su cerebro manda. Me he dado cuenta que físicamente el hombre está en contacto con la materia pero que descuida un poco lo que piensa o lo que siente. También me doy cuenta que descuidamos mucho la conservación de nuestro cuerpo y que nos interesamos mucho por el quehacer cotidiano, apartando momentos importantes que nos llenan de alegría, tristeza, satisfacción, por eso, el ser humano debe estar en constante relajación, manteniendo la mente y el cuerpo sanos equilibradamente, a través de la captación y transmisión de energía positiva.

De acuerdo a la relación que tiene la asignatura con otras, me inclino por "Autonomía", porque ejercicios como estos hacen que el individuo tenga autonomía en su aprendizaje, ya que en ese momento interiorizamos conocimientos, fuimos reflexivos, analíticos y con un "Estilo de Aprendizaje" propio y "Socioconstrutivismo" porque hay aprendizaje constructivo basado en los conocimientos previos. Asimismo nos hemos comunicado a través de los ejercicios aflorando nuestros sentimientos, nuestras querencias y nuestras necesidades.

Isabel escribió más tarde lo siguiente:

“Creo que aquel día nos dimos cuenta de hasta donde podemos llegar cuando queremos algo y de qué forma podemos negociarlo. Algunas dieron un gran paso al darse cuenta de como ciertas emociones las coartaban en muchos aspectos de sus relaciones sociales y por extensión de su relación con sus alumnos en el caso de aquellas que los tengan.”

Me resulta curiosa la aportación de Aída cuando entiende la práctica del día anterior como un modo de fomentar o ensayar nuestra autonomía. Supongo que debe referirse a la segunda parte de la sesión, al momento final en que reflexionamos sobre los roles que habíamos desempeñado cada una, ya que fuimos nosotras las que objetivamente juzgamos lo que habíamos visto. No hizo falta que Benjamín o Elena comentaran las actuaciones, sino que enseguida se despertó en nosotras algo así como un sexto sentido que nos alertó de las consecuencias que podría tener cada juego de rol si sucediera en la realidad.

Seguimiento del fórum 15/12/08 (V)

Más vale tarde que nunca. Aunque ha pasado ya algún tiempo, retomo el seguimiento del fórum, dado que Aída ha colgado recientemente sus respuestas (Aída, me faltabas tú, qué ilusión ^^).


Respecto a como se desarrolló la clase, Aída comenta lo siguiente:


“Este día fue muy especial, por lo menos para mí. […] Creo que con estos ejercicios Benja buscaba interiorizar nuestras emociones, hacernos sentir en paz con nosotros mismos, que transmitiéramos esa energía positiva que muchas veces no sabemos o no queremos expresar. Además nos hizo liberar tensiones y nos apartamos, durante todo ese bello momento, de nuestras preocupaciones.

Después del descanso, Benja dio las instrucciones para iniciar las dinámicas de Relación- Autoridad, donde "A" quiere algo de "B", y donde "B" es la autoridad. Se formaron las parejas y se acordaron las situaciones de autoridad que se iban a escenificar en ese momento. La primera pareja participante fueron Carmen (Profesora-B) y Lidia (Alumna-A). [..] Se les hizo la observación sobre lo positivo (una profesora muy comprensible y una alumna muy sobresaliente) y lo negativo de cada una; por un lado la estudiante no debió ser tan altanera, y por el otro la profesora no debió perder su autoridad.

Seguidamente, la pareja Nº 2 conformada por Lola (madre-B) e Inma (hija-A) entra en escena. [..] Se hicieron conclusiones, donde coincidimos todos de la gran respnsabilidad que debe tener un padre o madre con sus hijos; una autoridad bonita donde entre en juego el binomio autoridad-afecto, es decir, hacerles ver las cosas buenas con afecto sin necesidad de llegar a extremos.

Posteriormente la tercera pareja, Isabel (maestra-B) y Aida (alumna-A) inician la dramatización con una escena donde se encuentra sólo la profesora en el aula y la alumna entra allí pidiendo permiso. [..] Fueron muchas las críticas constructivas que surgieron. Inma dijo que ella nunca hubiese suplicado tanto, pues nadie debe dejarse humillar por ninguna situación; Lola se quedó perpleja con la dureza de la profesora; Lydia coincidió con Inma con respecto a que una debe tener dignidad; Carmen se identificó con el papel de la profesora, porque allí en la carrera les sucede algo parecido con algunos de sus profesores; Mª Elena sólo pregunta a la profesora: ¿ cómo se sentiría sabiendo que la alumna no va a poder continuar con su beca, y sabiendo además que hay poca gente que le gusta estudiar?

En cuanto a Isabel, defendió su papel alegando que ella sólo había actuado siguiendo modelos, pero que esta no es su manera de ver las cosas. Y Aída, o sea yo, también justifico mi papel como sólo una actuación, porque no soy para nada de las que suplican.

Concluyo diciendo, que la sesión del día 15 de diciembre terminó con una super merendona, donde probamos, que digo probamos, comimos hasta saciarnos, suculentas recetas traídas por todas al aula para celebrar una mini cena navideña. Creo que ya lo dije, pero vuelvo a repetir, que lo que más me gustó, fue que les gustara mis arepas, ya que las hice con mucho cariño.”

De la participación de Aída, creo que es importante el concepto de “actuación”. Como ha ido explicando, cada una de nosotras adoptó un rol y lo explotó al máximo, en eso estoy de acuerdo. Pero, como sugería Lola, ¿hasta qué punto es ficción? Quiero decir, Aída, por ejemplo, dice que ella hizo el papel de niña llorica, por decirlo de algún modo, pero que no le gusta actuar así; pero seguro que no se nos pega a todos un poco aquello que nos enseñan o vemos? ¿Sabemos a ciencia cierta que no “chupamos” sin querer malos hábitos? No sé, es un tema que ya salió anteriormente en el fórum y veo que lleva al mismo puerto. Espero que todo quede en “jugar a ser” y no en “ser”, por nuestro bien y el de nuestros alumnos.

7 de enero de 2009

Monólogo del profesor ideal

Si yo fuera el profesor ideal sería básicamente competente y “amiga” de mis estudiantes. Pero como supongo que Benjamín no se conformará con una línea, voy a intentar explicar un poco más como sería la Dra. Martínez, jaja.


En primer lugar, con respecto a la forma de ser, sería una persona culta e inteligente; no sabría solo de mi ámbito de estudio o especialidad, sino que tendría muchísima cultura general. Sabría hacerme entender y explicaría con claridad, y me preocuparía más de que me entendieran los alumnos, que del tiempo o del currículum.


Intentaría llevarme bien con los estudiantes. No me refiero a perder la compostura en clase o a tomar cervezas al salir de clase, pero sí a conseguir que me vieran no tanto como la autoridad, sino como alguien a su mismo nivel, que sabría más que ellos, pero que para nada es perfecto o lo sabe todo. De todas formas, que no me importaría comer con mis estudiantes en el bar para debatir sobre algo con un café o una cervecita :D (como buena socioconstructivusta, no? jaja)


Creo que si fuera la profesora ideal me gustaría ser la típica profesora de la que los alumnos dicen que hace trabajar muchísimo y que es exigente pero que después premia los esfuerzos, aunque el resultado no sea de sobresaliente. Creo que efectivamente exigiría a mis alumnos sacrificio y tiempo, a cambio de una buena recompensa final.


Con respecto a la metodología o formas de impartir la clase, sería una profesora creativa, en continua renovación. Para no aburrirles con sesiones interminables, les animaría a participar, y combinaría las clases magistrales con el uso de las TIC. Por supuesto, tendría un blog que mis alumnos estarían obligados a visitar, puesto que sería una continuación de lo enseñado en clase, algo así como un intercambio de impresiones o conocimientos. Evidentemente, animaría a los estudiantes a que también ellos se crearan uno.


Las clases seguirían siempre más o menos el mismo orden: en primer lugar, realizaríamos algún ejercicio de relajación para destensarnos, a continuación, presentaría los contenidos del día, comentaríamos entre todos textos al respecto y animaría a los alumnos a buscar más información sobre el tema ayudándose con alguna bibliografía que les proporcionaría, de tal manera que fomentaría la autonomía y las ganas de aprender. Yo sería para ellos como una acompañante que les marcaría sutilmente el camino a seguir, pero, por supuesto, sin dárselo todo hecho.


Valoraría que el estudiante entendiera lo explicado en clase y fuera capaz de familiarizarse o reconocer ciertas cuestiones, antes que saberse todo el contenido de la materia. Les proporcionaría la información básica e indispensable de la asignatura pero dejaría que cada uno de ellos, una vez adquirido lo general, decidieran por donde seguir, conforme a sus preferencias e intereses.


Por último, estaría abierta a críticas constructivas, comentarios o propuestas de mis alumnos. Es cierto que sería su profesora, pero eso no significa que no pueda aprender de ellos, sino todo lo contrario.


4 de enero de 2009

Monólogo del estudiante ideal

Si yo fuera el estudiante ideal mi vida y mis costumbres serían totalmente otras. En primer lugar, el día no tendría 24 horas, sino un par más, de modo que tendría tiempo para casi todo: podría ir a clase, estudiar y trabajar media jornada para permitirme algún viaje o recompensa de vez en cuando.


Viviría en un piso compartido con dos o tres estudiantes con los que intercambiaría opiniones, compartiría lo aprendido en clase, etc. Por supuesto tendríamos Internet y yo poseería conocimientos elevados en informática, por lo que no tendríamos que sufrir cuando tuviéramos algún problema técnico.


Además, como dispondría de tanto tiempo, llevaría todas las asignaturas al día; el fin de semana lo destinaría exclusivamente para descansar y salir de fiesta, ya que durante la semana habría estudiado y practicado todo lo necesario. Cuando tuviera que estudiar más de la cuenta por exámenes o algún trabajo final, como sería ideal, trabajaría sin cansarme casi toda la noche y dormiría solo tres o cuatro horas y, por supuesto, al día siguiente rendiría como si nada hubiera pasado.


Si yo fuera el estudiante ideal, sería también otro tipo de persona. Lo más importante es que no sería tan tímida e insegura. No me pondría nerviosa en las exposiciones orales y no tartamudearía en las reuniones o seminarios individuales con los profesores. Además, tendría un compañero tándem con el que practicar mis lenguas extranjeras.


En clase participaría continuamente sin miedo a equivocarme, estaría plenamente motivada porque creería más en mí misma y en mis posibilidades. Si así fuera, podría trabajar de modo más autónomo, tomaría la iniciativa y averiguaría cosas por mí misma.


Sería consciente de mis puntos débiles y valoraría al máximo mis virtudes como estudiante. Conocería diversas estrategias de aprendizaje y sería capaz de escoger la que más me conviniera según la tarea que realizara.


Por supuesto, también trabajaría más a menudo en grupo, independientemente de que nos lo mandara o no el profesor. Me enriquecería de los conocimientos de mis compañeros y yo les ayudaría humildemente cuando necesitaran mi ayuda. Sería más paciente y flexible con los demás, y no sería tan inconformista como ahora.


Además, tendría unos objetivos e intenciones claros. Sabría a qué me querría dedicar en el futuro y no temería a nada ni a nadie. Primero sacaría unas notas inmejorables en el máster, después investigaría aquí y en el extranjero y el nivel de mi tesis sería tan bueno que me llamarían desde alguna universidad extranjera para trabajar con ellos.


Finalmente, y no por ello menos importante, sería siempre una estudiante humilde y sencilla y sabría aprender de mis errores. Seguramente me equivocaría en más de una ocasión pero siempre sabría levantarme a tiempo.


 

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