7 de diciembre de 2008

Conciencia y educabilidad

En la entrada del 2 de diciembre mencioné una de las ideas de Gattegno “solo la conciencia es educable” y me gustaría contestar –o intentarlo al menos- la pregunta que se hacía James Mason: “¿Qué significa tal afirmación cuando lo aplicamos a profesores y educadores?”.


En primer lugar, ¿qué es la conciencia? La RAE propone varias definiciones; en mi caso, entiendo la “conciencia” como el bagaje cognitivo, cultural, creativo, reflexivo… que el ser humano va construyéndose interiormente a través de su experiencia. Bajo mi punto de vista, tener conciencia supone pues poseer la capacidad de reflexionar sobre uno mismo y sobre aquello que, como individuo de una sociedad, nos influye o define de algún modo. La conciencia nos define como alguien distinto al resto, por tanto, podríamos decir que es exclusiva de cada uno de nosotros.



A. de la Herrán (2006) admite que “Cada persona, desde su potencial psicogenético, historia, madurez personal, capacidades, creatividad, meditaciones, experiencias, identificaciones, apegos y demás vivencias y circunstancias experimenta y podría reconocer en sí misma una conciencia exclusiva” (p. 3).


El segundo paso es reflexionar sobre la idea de “educabilidad”:


Sin duda ninguna educabilidad se concibe sin intención de hacer algo “mejorado” o “mejor”, pero no puede confundirse con la “perfectibilidad”. La educabilidad no es más que la afirmación de que el hombre no está encerrado en su naturaleza; de que su naturaleza tiene la originalidad de poder rebasar siempre a la naturaleza. La educabilidad da testimonio de que ninguna figura singular es jamás definitiva (J-B Paturet, 2003, p. 113).


Así pues cuando hablamos de educable nos referimos a aquello que puede ser mejorado, educar en el sentido de aprovechar la potencia y capacidad de cada uno, desarrollarlas y sacarle el máximo partido posible.


Llegados a este punto, ¿cómo pueden aplicarse todas estas ideas en la enseñanza? ¿Cuál es el papel del profesor? Apoyándonos en el enfoque de Gattegno, que se fundamentaba en la necesidad de producir conciencia más que proporcionar conocimiento, parece claro que el profesor no debe proporcionar al alumno modelos y responder siempre a sus preguntas, sino que debe enseñarle a valerse por sí mismo. Los profesores, como portadores de una conciencia más amplia y experimentada, deberían esforzarse por que el alumno desarrolle su capacidad cognitiva, creativa y emocional para que su conciencia vaya haciéndose más compleja. ¿Cómo? Desde luego no con la autoridad, sino estimulándole orientándole y enseñándole en cierto modo a ser autónomo. No se trata solo de enseñar, de instruir listas de conceptos, sino de demostrar al alumno que el conocimiento es un modo de interactuar con la sociedad.


Según Gattegno, la “toma de conciencia” –el prestar la debida atención a algún cambio habido- es educable y es condición sine quan non para un aprendizaje eficiente y para que el alumno pueda sentirse autónomo y tomar las decisiones por sí mismo… (El alumno) puede decidir por sí mismo sin necesidad de recurrir vez por vez al maestro. El juzgar por sí mismo requiere que uno tenga “criterios internos” en su mente, aunque reformulados con sus propias palabras, en los que se basará para emitir tal juicio (H. Kopp, 1994, p. 83).


Parece necesario, por tanto, modificar el papel del profesor si queremos educar correctamente la conciencia del alumno. “El maestro ha de dejar de ser el protagonista de la clase y cederles el lugar a los alumnos. A él le compete intuir sus necesidades y secundarlas con toda solicitud” (H. Kopp, 1994, p. 84). Como afirma A. de la Herrán (2006), “… también es preciso individualizar la enseñanza: no sólo se precisan profesores con más experiencia, formación y conocimiento que el alumno, sino docentes con EC (estados de conciencia) más altos que además sean más maduros o con el menor egocentrismo docente posible” (p.36).


Así pues, y a modo de conclusión, creo que cuando Gattegno se refería a la educabilidad de la conciencia, no hacia sino reforzar uno de los fundamentos principales del socioconstructivismo: permitir y fomentar que el alumno construya y organice su propio conocimiento a partir de su propia experiencia, con el respaldo del docente, que anima y acompaña al alumno a lo largo del proceso.



Referencias bibliográficas:


Herrán, A., de la (2006) Los estados de conciencia: Análisis de un constructo clave para un enfoque transpersonal de la Didáctica y la formación del profesorado [en línea].

Young R. (2000) The Silent Way [en línea].

Kopp, H. (1994) Aprendiendo idiomas con la “manera silenciosa” [en línea].

Paturet, J-B. (2003) Educabilidad [en línea]. Ver pp. 112-121. En: Houssaye, J. (2003) Cuestiones pedagógicas: Una enciclopedia histórica [en línea].


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