19 de diciembre de 2008

Aquí y ahora me doy cuenta, 17/11/08

¿En qué consiste? ¿Cómo se desarrolló?


Éste fue el segundo ejercicio que realizamos. La dinámica fue totalmente distinta a la del primero: nos sentamos todos en círculo y Benjamín nos pidió que cerráramos los ojos. La actividad consistía en relajarse y conseguir que nuestro cuerpo nos dijera qué sentía y cómo lo sentía. Lo que teníamos que hacer nosotros era expresarlo en voz alta, de tal forma que también escucháramos a los demás.


Al principio decíamos cosas bastante predecibles como “aquí y ahora me doy cuenta del ruido del pasillo” o “aquí y ahora me doy cuenta del calor”, pero a medida que fuimos relajándonos fueron saliendo expresiones como mínimo curiosas: “me doy cuenta del color de las uñas de Marisa” o “me doy cuenta de que Inma está nerviosa”, “me doy cuenta de que Aída quiere mucho a sus hijos” o “me doy cuenta de que no estoy relajada y me estoy acordando aquí y ahora de mi madre”, etc. Tuvimos tiempo para decir mucho, la actividad se desarrolló bien, mejor cuanto más hablábamos, y terminó bien.


¿De qué me doy cuenta sobre mí mismo? ¿Y de la relación con el grupo?


Pues como me sucedió también el la otra sesión, tras hacer la actividad me percaté de la sensibilidad de mi cuerpo. Al menos en mi caso, el día de cada día, cuando voy de un lado a otro, cuando tengo que cocinar, comer rápido, ir a la universidad, recoger a mi hermano, etc., apenas destino diez minutos a encontrarme con mi cuerpo, a relajarme y ser consciente de cómo me he ido sintiendo a lo largo del día.


El único momento del día que reservo exclusivamente para mi cuerpo es por la noche, antes de dormir. Me embadurno de crema la cara y me preparo una infusión, entonces o navego por Internet o leo; sin embargo, tampoco en ese periodo de tiempo, me olvido de todo, de mí misma, de lo exterior y me centro exclusivamente a escuchar mi cuerpo.


Cuando hacíamos la actividad con Benjamín, aunque casi al final, solo importaban mis músculos, mis manos frías, mi espalda, mi pelo resentido por el calor de la plancha, los dedos de mis pies ansiosos por salir de mis zapatos… en fin, era el cuerpo y solo él el que se pronunciaba y el que manifestaba su bienestar, nerviosismo, agobio, timidez, ansias de movimiento, etc. Así por ejemplo, mi cabeza se daba cuenta de las uñas de Marisa. Supuestamente no veía nada, pero aquellas uñas, que había visto antes de comenzar en las manos de la profesora, que las movía de un lado a otro para acompañar su explicación, me recordaban que estaba en el aula con Marisa, con la autoridad.


Por último, con respecto a la relación con el grupo, no sé muy bien qué decir, porque tampoco me acuerdo demasiado. Al principio sí prestaba inconscientemente atención a las palabras de los demás, pero enseguida me desconecté de ellas, por decirlo de algún modo.


¿Cómo fue mi relación con los papeles de la autoridad?


Mi relación no fue mala aunque el hecho de saber que Benjamín nos observaba desde fuera y que Marisa participaba con nosotros, me intimidaba un poco; de todos modos, repito que esa sensación fue desapareciendo.


¿Por qué puede ser útil esta actividad para mí?


Me ha resultado beneficiosa porque me ha demostrado que debo escuchar más a mi cuerpo, que debo prestarle más atención, puesto que cada músculo, cada huesecito, cada órgano, cada articulación o incluso cada pelo de mi cabello es sensible al frío, al nerviosismo, a la melancolía, etc.


¿Cómo me he sentido? Percepciones, sensaciones y sentimientos de mí y con mis compañeros.


Aunque al empezar estaba un poco nerviosa, como me ocurre casi siempre con Benjamín, terminé la actividad más relajada que antes de comenzar. También es verdad que al abrir los ojos, me sentía un poco aturdida, de hecho, necesité un poco de tiempo para situarme, para volver al aula. Evidentemente no fui a ninguna parte, pero sentía cómo mis músculos, que se habían destensado o relajado, volvían a la “realidad”.


¿Cómo lo relaciono con otras asignaturas?


Creo que utilizar técnicas de relajación no hace sino mejorar el rendimiento del aprendizaje del alumno y el modo de enseñar del profesor. Si liberamos tensiones, si somos conscientes de dónde y con quién estamos, de cómo se siente mi cuerpo y el de los alumnos en un contexto y momento determinado, creo que lograremos mayor concentración, creatividad y calidad de aprendizaje, menos fatiga, etc. Además, estoy convencida de que actividades como ésta fomentan una educación más emocional y, por tanto, pueden favorecer las relaciones del alumno con el profesor.

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