30 de diciembre de 2008

Propósitos para el 2009

He recuperado de un blog anterior este artículo que leí en El País en abril de este año. Ojalá las universidades y los estudiantes se animen a utilizar las bitácoras como medio de comunicación y enseñanza/aprendizaje.



Si cliqueáis sobre la imagen, podréis leer el artículo sin problemas.

29 de diciembre de 2008

Seguimiento del fórum 15/12/08 (IV)

La última aportación al forum de momento es la de Isabel, que defiende lo que habíamos defendido en las aportaciones anteriores cuando comentábamos lo de Isabel; afortunadamente, Isabel nos ha dado la razón ;)


“He estado leyendo "por fin" (jeje) todo lo que habéis puesto, y para muestra un botón. Yo no soy para nada como me mostré en el ejercicio del intercambio de papeles, aunque sé que es algo que puedo llegar a hacer, lo cual me alivia un montón saber que puedo llegar a ser tan inflexible o fiel a mis ideas, según como se quiera ver.

Bueno, ya me estoy liando, tal y como estaba diciendo, como muestra un botón, y exactamente lo que le pasó a la "alumna Aída" en el ejercicio me ha pasado a mí, por eso me parece tan importante matizar yo no soy así para nada, que sólo me dediqué a plasmar la actitud que tienen algunos profesores y a la tendencia tan cómoda de meter a todos sus alumnos en el mismo saco o a la de hacer pagar justos por pecadores.”

Seguimiento del fórum 15/12/08 (III)

Otra de las aportaciones que generó debate fue la de Lola sobre cómo se sintió durante la clase.


“La clase para mí ha sido como una iniciación a una introspección sobre mí misma y sobre los demás, observando la dramatización de mis compañeras he aprendido algo más sobre ellas: su carácter, sus puntos débiles y fuertes. Así pues, me ha sorprendido mucho la actuación de alguna de ellas, de lo que somos capacesde hacer toda/os en cualquier momento de la vida, es decir actuar, representar un papel que nunca antes habíamos representado, sacamos una personalidad y un carácter que se encontraba en estando latente, sin ser conscientes de ello y en cualquier momento dado emerge como la irrupción de un volcán, y esa representación o, mejor dicho, esa "improvisación" es el detonante de nuestro inconsciente, de lo que escondemos o incluso de lo que ignoramos sobre nosotros mismos

Supongo que eso es debido a que, a lo largo de la vida y sin saberlo, hemos interiorizado lo que nos gusta y lo que nos disgusta, por ejemplo en la actuación de una de mis compañeras me dí cuenta que ella "representaba, hacía el papel de la profesora X, pero no sólo eso, en realidad estoy segura (quizás me equivoque)que con sus alumnos/as aplica los mismos esquemas, las mismas técnicas que ella recibió de la mencionada profesora ", es decir, que en nuestra práctica como docentes REPETIMOS esquemas QUE CREÍAMOS OLVIDADOS, tanto los POSITIVOS como los NEGATIVOS. Es la conclusión a la que llegado después de algunos años en la docencia.”


Lydia añadió al respecto:


Espero que repitamos sólo los esquemas positivos o los que nos han gustado y que los esquemas negativos o que nos han disgustado nos sirvan para evitar comportarnos así, para salir huyendo cada vez que notemos una tendencia hacia la forma de enseñar o de comportarse de la "profesora X" que tan poco me gustaba cuando era alumna... Si no es así, es muy triste que seamos capaces de tratar a los demás tan mal como nos han tratado a nosotras... Yo prefiero pensar y actuar según la máxima "lo que no quieras para ti, no lo desees para los demás". Por ello, en cuanto atisbo la menor presencia de alguno de esos monstruosos profesores en mí, trato inmediatamente de cambiar mi actitud. Pero sí que es cierto que en otros aspectos menos trascendentales reconozco en mí a muchos de mis profesores.”


A continuación, también yo me pronuncié, sobretodo contestando a Lydia:


“Creo que si todos siguiéramos la máxima que propones, la enseñanza sería distinta, por supuesto, mejor de lo que es. Ante el riesgo de copiar comportamientos negativos de nuestros educadores, creo que si somos conscientes de los mismos, es decir, de que lo que hacen no es enseñar ni ayudar al estudiante sino todo lo contrario, me parece que entonces sí podremos evitar imitarlos en todo momento.

Me estoy acordando de la actuación de Isabel en la última clase. No creo que Isa actuara de una forma tan despótica porque deseara seguir los pasos de la profesora que casi odiaba, sino que más bien se metió en el papel conscientemente y quiso imitarla; estoy convencida de que en la realidad su actitud sería otra, dado que las clases con esa profesora terminaron demostrándole que el comportamiento de la misma no favorecía para nada su relación con ella, con Isabel.”


Lola introduce en el fórum un tema nuevo, afirma que la actividad (supongo que se refiere a la de escenificación) le sirvió para conocer un poco más a las demás estudiantes, puesto que pudo ver de qué manera se comportaban según la situación; sin embargo, esto puede no ser del todo cierto, ya que no debemos olvidar que estábamos actuando y que quizás en la realidad, nos hubiéramos comportado de otro modo (véase si no la respuesta de Isabel, en el próximo post, donde se defiende a ultranza de su comportamiento despótico, asegurando que había elegido libremente imitar a un profesor suyo pero que no lo hubiera hecho en la realidad).


Otro de los puntos interesantes de la aportación de Lola y que ya comentamos anteriormente en el fórum es que la idea de que los profesores o aspirantes a ello interiorizamos lo que nos gusta o no. Como comentamos en las primeras aportaciones (seguimiento I), el profesor suele actuar conforme le han educado y enseñado y que, por tanto, todos tenemos una idea –al menos inicial- de lo que debemos hacer o no con los estudiantes.


Sin embargo, parece que Lola cree que también interiorizamos los comportamientos negativos y que es posible que los repitamos con nuestros alumnos aunque no nos hayan gustado a nosotros. Lydia, por su parte, espera que solo imitemos los positivos y afirma que en cuanto atisba en ella una reacción o modo de comportarse que le recuerda a algún profesor, se esfuerza por borrarlo enseguida.


Yo estoy de acuerdo con su máxima “lo que no quieras para ti, no lo desees para los demás” y además de desearlo, tengo la esperanza y creo que, como seres conscientes, sabemos que lo que no funcionó con nosotros tampoco debemos aplicarlo con los demás.

Seguimiento del fórum 15/12/08 (II)

A continuación presento los comentarios de mis compañeras sobre su sentir en la sesión, es decir, sus sensaciones, percepciones y sentimientos. De nuevo, tampoco aquí copiaré mi opinión, salvo que responda a alguna de mis compañeras.


Carmen dice:

“La verdad es que me gustó mucho la metodología que se siguió en esta asignatura. Sinceramente, ¡¡me he sentido genial!!

De la primera parte me gustaría comentar un par de cositas:

A veces olvidamos que tenemos que desconectar de todo (incluido nuestro cuerpo), y que la mente es más poderosa de lo que creemos. Mi sugerencia es que aprendamos a canalizar nuestras energías del modo que mejor nos resulte. En esta clase lo hicimos de manera "imitativa" aunque la verdad es que para mi fue difícil conseguir sentir la energía de otra persona mientras bailaba al son de la música.

Sentí sensaciones tales como libertad, alivio, relajación total, bienestar, no sentido del ridículo, diversión, sorpresa (porque no me esperaba una clase tan dinámica) etc...

De la segunda parte, me gustó mucho hacer el role-playing de profesora puesto que es a lo que me quiero dedicar algún día. Es verdad que hubo una inversión de roles, pero es que yo creo (nunca se sabe como se va a reaccionar) que hubiera actuado de la misma manera porque hay muy pocos alumnos que merezcan la pena, y esta alumna se suponía que quería estudiar, así que mi actitud era como una motivación a que siguiera adelante, habiendo reconocido sus errores. Además, queríamos firmar un contrato de aprendizaje que era moral y legal, sin consecuencias puesto que se tenía en cuenta las necesidades de ambas partes.

En definitiva, me di cuenta de que es muy difícil ejercer la docencia, que te encuentras amenudo con problemas que no tienen siempre una solución fácil y que tenemos que ser autoritarios en diferentes ocasiones, dependiendo del alumnado con el que se trata.


A lo que le respondí:


“estoy totalmente de acuerdo contigo en que en más de una ocasión nos olvidamos de que tenemos que desconectar de lo que nos rodea, y no solo físicamente, apagando el teléfono móvil o el ordenador, sino también mentalmente. De hecho, creo que de las clases de Benjamín podríamos sacar mucho más jugo si consiguiéramos desconectar de todo y dejáramos a un lado la vergüenza, los roles de cada uno, la falta de seguridad, etc. Yo me lo he propuesto, a ver cómo van las otras sesiones.

Por cierto, no me disgustó en absoluto tu actuación con Lydia. Sí me sorprendió, porque la profesora perdió parte de su autoridad y se rebajó en parte ante la alumna, pero ¿acaso no puede haber profesores que sean buenas personas o qué?”.


Y Lydia aportó también su opinión sobre las palabras de Carmen:


Yo estoy de acuerdo con vosotras... ¿quién ha dicho que la profesora Carmen actuó mal? Ella hizo lo que creyó conveniente en esa ocasión y no podemos juzgar sus actos. Lo que sí podemos es comentar que quizás perdiera la autoridad frente a las exigencias del alumno, pero tampoco sé si esto sería así, tan evidente. Ella se propuso negociar con la alumna y fue lo que hizo. Fue muy consecuente con sus objetivos y con sus ideas. A mí no me parece reprochable nada de lo que hizo Carmen en su actuación. Simplemente actuó según el rol que había querido adoptar.


Además Lydia manifestó también cómo se había sentido durante la clase:


“A mí me dio bastante vergüenza el comienzo de la clase del lunes. Soy muy tímida y me cuesta mucho desinhibirme. Además, me entraba la risa tonta. Con el baile, la cosa fue algo mejor, porque lo podía hacer con los ojos cerrados y así no veía a todo el mundo mirándome. Esta experiencia me ha servido para percatarme una vez más de que soy pudorosa con mi cuerpo y de que me cuesta mucho liberar las emociones. En principio, este tipo de actividades no me gusta mucho porque me siento ridícula. Sin embargo, el otro día, después del ejercicio me he sentido bien, alegre y con ganas de reír y de divertirme.

Las representaciones teatrales me gustaron mucho más. En esta situación me sentí mucho más cómoda porque yo llevaba el control de mi actuación, ya no se trataba de imitar a nadie ni de dejarse llevar por una melodía. Ahora yo decidía qué decía y cómo actuaba. Lo que a mí no me gusta es perder el control de la situación. Me siento incómoda cuando afloran mis sentimientos sin control y soy reacia a mostrar mi interior. Lo sé y lo asumo (con resignación).

En cuanto a la percepción de mis compañeras realizando los ejercicios, debo señalar que me dio la sensación de que ellas disfrutaban más que yo, que no se sentían tan turbadas como yo, y eso me dio ánimos para seguir adelante: si ellas podían hacerlo, yo también. Sus actuaciones en los juegos de rol me parecieron interesantísimas, porque asumieron papeles que, en principio, no coinciden con su forma de ser habitualmente, aunque los lleven en su interior y puedan aflorar en determinadas circunstancias. Esto me ha hecho pensar que en el fondo, todos podemos ser lo que queramos ser. Que sólo es cuestión de proponérselo y de creer firmemente en ello. Aunque me da miedo esta idea por los comportamientos negativos y agresivos que podamos asumir y representar en determinadas circunstancias. A mí no me gustaría comportarme como la profesora que se mostró impertérrita ante la alumna que iba a perder su beca de estudios por un suspenso (Isabel y Aída). Ni tampoco humillarme tanto como la alumna que se arrodilla llorando ante el profesor o la hija que da la batalla por perdida antes de comenzarla (aunque a veces me he comportado así, la verdad...)”.


Del intercambio de ideas que llevamos a cabo Carmen, Lydia y yo, no hay ninguna duda de que coincidimos en la dificultad de ejercer la docencia y en que el comportamiento que adopte el profesor, si está bien argumentado, no debe ser reprochado desde fuera. Carmen se defiende en su aportación sobre el hecho de que perdió autoridad cuando negociaba con la alumna, porque renunció en parte a sus ideas iniciales y aceptó en parte las condiciones que pedía la estudiante.


Todas creemos que su postura, la de Carmen, es respetable y lícita porque responde a varios motivos. Carmen consideró que la alumna era una muy buena estudiante y se merecía una oportunidad. Como dice Lydia, cada uno adopta libremente el rol que le parece más adecuado en cada situación.


Para terminar, con lo que respecta al sentir durante la clase, Lydia, a diferencia de Carmen y de mí, que nos sentimos a gusto durante el ejercicio, expresa que en la primera parte de la clase, se sintió más cohibida y ridícula porque no tenía el control de la situación, aunque es verdad que al final, se sentía alegre y contenta. Además, Carmen y yo coincidimos en la importancia de liberar nuestro cuerpo físicamente y de valorar el poder de nuestra mente.

Seguimiento del fórum 15/12/08 (I)

A continuación presentaré y comentaré los comentarios de mis compañeras del fórum de la asignatura sobre las actividades del día 15/12/08 y las posibles reacciones que se hayan derivado de los mismos. Voy a tomarme la libertad —espero que no les importe a mis compañeras— de subrayar lo que me llama más la atención o considero más importante, y de eliminar lo que se repite a lo largo de los comentarios.


Mis aportaciones no las copiaré, puesto que lo que escribo en el fórum es lo que he escrito previamente en la entrada del blog de ese mismo día, salvo en aquellas ocasiones en que respondo algún comentario de mis compañeras.


En primer lugar, esto es lo que comentó Lydia sobre cómo se desarrolló la clase y de lo que se dio cuenta sobre ella misma y los demás.


[…]

Supongo que la finalidad de este ejercicio (el primero, el de baile) era tomar consciencia de nuestro cuerpo y de cómo experimenta las sensaciones que percibimos por los sentidos, alejado de la mente y del raciocinio. Muchas veces percibimos sensaciones que no sabemos explicar con palabras y esto es porque las captamos con la sensibilidad del cuerpo.

Por último, hicimos unos juegos de rol en parejas para experimentar el concepto de autoridad. Éramos cuatro parejas pero sólo actuamos tres. Surgieron tres situaciones distintas. Benjamín nos había dado sólo una premisa, muy amplia: A es la autoridad y B quiere algo de A […].

Las representaciones teatrales me gustaron mucho porque aunque, en principio, fueran sólo papeles representados, creo que todos los llevamos en el interior y que pueden aflorar en cualquier momento. Si no actuamos de determinada manera es quizás porque se nos ha educado para que no nos comportemos así o porque hemos sufrido situaciones desagradables que tratamos de evitar en nuestras actuaciones o porque socialmente no está bien considerado. Todos tenemos la capacidad de ser violentos, cariñosos, transigentes, intransigentes, comprensivos, etc. La diferencia está en que cada uno decide cuándo serlo y cuándo no. O, al menos, debería ser así, porque ésta es otra capacidad, el decoro o la adecuación al contexto, que no todo el mundo posee.

[…] Cuando un profesor me ha dicho cosas de este estilo he comprendido enseguida que no se interesaba lo más mínimo por mi problema. Además, confieso que esta es la respuesta que alguna vez he dado yo también a mis alumnos cuando no he querido implicarme en el asunto. Como véis, en el fondo también soy cobarde. O quizás pasota, porque es cierto que los profesores nos vemos a menudo sobrepasados por los problemas y las exigencias de nuestros alumnos y es imposible cargarte todo sobre la espalda y echar para adelante. Esa no es nuestra tarea, creo. Lo difícil es buscar el límite entre profesor y persona, entre "vida pública" y privada, si es que existe... […]”.


A lo que yo respondo:


“Opino que tienes razón cuando dices en el último párrafo que un profesor no puede cargar con todo y opta en más de una ocasión por no implicarse más en las peticiones o preguntas de los estudiantes; sin embargo, creo que a veces el profesor no es cobarde, sino que se comporta de ese modo porque precisamente quiere que el alumno se implique al máximo y aprenda a conseguir sus objetivos sin depender 100% del profesor.

En 1º de bachillerato tuve un profesor de historia que se pasaba el día diciéndonos que no podía ayudarnos a hacer los trabajos, que nos apañáramos nosotros solos, que había una biblioteca y personas mayores con las que contrastar la información que obtuviéramos. Te juro que le odiaba. Siempre he sido muy responsable y trabajadora pero su postura pasota me ponía de los nervios, me veía perdida y él no hacía más que repetirme que tranquila, que seguro que lo estaba haciendo bien. Al terminar el curso, me puso sobresaliente ^^ y me dijo que se había comportado así expresamente para demostrarnos a todos que también nosotros podíamos estudiar sin él a todas horas. Ahora lo pienso y creo que lo hizo bien.

En cambio, en segundo de bachillerato tuve una profesora que, apoyándose en la idea de que la Selectividad era otra cosa distinta a lo que estábamos acostumbrados, optaba por llegar a clase, explicar leyendo el libro y gritarnos que ya erámos mayorcitos, que estudiáramos y que decidiéramos nosotros qué era lo más importante. Cuando teníamos dudas parecía que le molestaba que le preguntáramos y cuando intentábamos expresarle nuestros miedos o dudas frente a la selectividad, no hacía más que decir "ya sois mayorcitos, ya basta". Creo que ella es un típico ejemplo de la cobardía a la que te refieres.



De la aportación me gustaría remarcar que también ella valoró por un lado, la importancia de tomar consciencia de nuestro cuerpo; y por otro, el concepto de autoridad en las escenificaciones teatrales. Efectivamente, el profesor actúa generalmente según como le han educado o según cómo le han educado. Todos tenemos fundada en nuestro interior una idea de lo que debemos hacer o no en el aula.


Como personas libres e inteligentes, escogemos lo que mejor se adapta a la situación determinada y somos nos hacemos responsables de sus posibles consecuencias, por tanto, aunque algunos profesores nos hayan “enseñado” lengua extranjera, p.ej. sin hablar nunca en inglés en clase, no significa que nosotros debamos hacer lo mismo.


Finalmente, me parece interesante el concepto de “cobarde” que explica Lydia en su comentario; sin embargo, creo que los comportamientos a los que se refiere a veces vienen motivados por otras razones, como las de querer que el alumno sea más autónomo, en ese sentido, por supuesto, el profesor no debería considerarse cobarde.


28 de diciembre de 2008

Movimiento expresivo y Escenificación, 15/12/08

¿En qué consiste? ¿Cómo se desarrolló? ¿De qué me doy cuenta sobre mí mismo? ¿Y de la relación con el grupo?


El primer ejercicio me encantó. Confieso que al principio no las tenía todas conmigo, sobre todo por la vergüenza. Es algo que me sucede siempre con Benjamín, sé que lo hace con buena fe y que quiere que estemos a gusto pero su energía me intimida bastante; así que imaginaos cómo me sentía nada más empezar.

Cuando teníamos que imitar a Benjamín, creo que poco a poco nos fuimos soltando; me pareció divertido porque era un modo de establecer un contacto y una comunicación directos con el resto de la clase. Pero claro, tan directo, que a veces me ponía nerviosa. Después, mientras bailábamos, creo que todos nos fuimos relajando poco a poco. Me di cuenta de que sin conocernos demasiado, de algún modo, y en mayor o menor grado, todos conectamos. A todos nos movía la misma música, y si uno de nosotros paraba o se movía con más o menos ritmo, influenciaba al resto.

Después del ejercicio, fui consciente de la importancia de nuestro cuerpo, de hasta qué punto a veces es capaz de movernos, de decirnos algo, "solo" hace falta desconectar, seguirlo (al cuerpo) y dejarnos llevar libremente. Me estoy poniendo algo cursi, pero creo que no damos suficiente importancia a lo presente que está nuestro cuerpo en el día de cada día, como dijo Benjamín. Ahora mismo, son casi las dos de la madrugada, y noto que mis rodillas me piden que las articule, que me levante, quieren descansar, y también mis dedos. Están atrofiados de tanto teclear, si los estiro es comi si notara que me estiran a mí también, que alguien me grita "eh, estás viva, ¿recuerdas?" avergonyit

En lo que se refiere a la segunda parte de la clase, decía en el otro comentario que también me gustó y que me sorprendió la interpretación de cada una de nosotras. Lydia y Carmen escenificaron a la perfección una situación entre una alumna inteligente y pilla y una profesora, que, de tan buena, se deja tomar el pelo. Me gustó verlas porque creo que a veces los alumnos se merecen oportunidades como la que le dio Carmen a su alumna; Lydia era ejemplar, ¿por qué no darle un voto de confianza?

La actuación de Isabel y Aída también me gustó porque representaba muy bien la cruda situación de algunas aulas. De hecho, no hace falta irse muy lejos para encontrar algún estudiante al que, por mucho intentarlo, le ha sido imposible llegar a algún acuerdo con su profesor.

Por último, la actuación de Lola y mía, también me gustó, sobre todo el papel de Lola. Lo hizo muy bien, era madre, conversaba con la hija y cocinaba la tortilla. Se preocupaba por su niña y, como ésta, tenía muy claro cuál iba a ser su postura. Lola me dijo al terminar que había sido una hija muy buena, que no había sido rebelde, como muchos niños de ahora, pero no se trataba tanto de mí, sino de ella, con una madre como Lola, ¿qué hija va a decir que no? (LOla, suposo, que t'imagines una mica més per on vaig, m'ho vaig passar molt bé amb tu, a més de perquè som vinarossenques, en alguns aspectes em recordes a algú molt especial; va ser un plaer fer de filla :) .


¿Cómo fue mi relación con los papeles de la autoridad?


Mi relación con Benjamín fue muy buena. Como ya he comentado, al principio se me hacía algo extraño imitarlo y, por tanto, gritar a él y al resto de compañeros, lloriquear, burlarme de los demás, etc,; pero conseguí soltarme mucho antes que en otras actividades.


En el segundo ejercicio, Benjamín nos observaba y nos guiaba un poco en la escenificación si veía que no conseguíamos nuestros ejercicios. Hubo un momento que se mojó conmigo y me dijo que había abandonado el partido, que no luchaba por conseguir lo que quería, su intervención no me molestó en absoluto, sino que de alguna manera me hizo ver que efectivamente había renunciado antes de tiempo a mi imaginación o genialidad.


¿Por qué puede ser útil esta actividad para mí?


Resultó útil porque me hizo considerar el valor de las relaciones que se establecen entre los estudiantes y profesores, y porque me mostró cómo funcionan los contratos de aprendizaje. Fue un modo de escenificar lo que habíamos estudiado en clase con Elena y algo también con Marisa.


¿Cómo me he sentido? Percepciones, sensaciones y sentimientos de mí y con mis compañeros.


Después del primer ejercicio, el movimiento expresivo, me sentía muy relajada, como si mi cuerpo pudiera levitar. Era una sensación extraña porque me notaba los músculos pesados, entumecidos, sobre todo las piernas, pero, al mismo tiempo, sentía que al más mínimo contacto con alguna de mis compañeras, un roce, un pequeño empujón, podía desplomarme. Es curioso, mientras bailábamos estaba algo nerviosa, pero al terminar estaba como nueva.

Durante el ejercicio creo que fui capaz de conectar con algunos de mis compañeros, puesto que pude seguir muy bien su ritmo, especialmente el de Aída y Lydia. Además durante y después de hacerlo me di cuenta de que mi cuerpo es capaz de sentir la emotividad de la música, y no me refiero simplemente a poder bailar al ritmo de una canción, sino a sentir que realmente puedes embriagarte con la música, como cuando vas a la discoteca, muy tarde, vas algo bebido —que no ebrio— y cierras los ojos y no haces más que eso, seguir el ritmo (acabo de quedar un poco mal, pero quiero aclarar que no consumo sustancias de ningún tipo, simplemente me encanta bailar según qué música, jejej).

No sé, tengo la sensación de que el ejercicio fue muy positivo para todo el grupo; no solo nos llenó de energía, sino que consiguió relajarnos y prepararnos para el resto de la clase.

Con respecto a la actividad de escenificación, he de decir que disfruté como una niña. Parece increíble cómo el papel de un profesor y un alumno cambia según la persona y las circunstancias que se den. Por un lado, la escenificación de Lydia y Carmen me llamó la atención porque Lydia, la alumna, fue llevando a su terreno poco a poco a Carmen, la profesora, quien, supuestamente, tenía más autoridad a priori.

Con Isabel y Aída, sentí rabia ante el comportamiento de la profesora (Isabel). En ellas me vi a mí y a algún profesor que tuve en la universidad, fue como recordar charlas con profesores que, de tan autoritarios, dejan de ser lo más importante: personas, compañeros.

Por último, después de actuar con Lola, Benjamín me hizo entender que yo, la hija, había salido a escena sabiendo que no iba a conseguir mis objetivos, lo que suponía un gran error, puesto que tiré la toalla demasiado pronto, y cuando alguien tiene algún objetivo y quiere lograrlo debe esforzarse al 100%.


Para terminar, quería decir que me encantó la clase de esta semana. Nos lo pasamos bien y, además, practicamos el concepto de autoridad y contrato de aprendizaje que trabajamos con Elena en la última clase.


¿Cómo lo relaciono con otras asignaturas?


Con respecto al primer ejercicio, creo que se trata de una técnica de relajación para perder el miedo o la vergüenza con el resto de compañeros y el profesor. Lo interpreto como una práctica socioconstructivista, puesto que intenta mejorar no solo el ambiente del aula, es decir, la relación de los estudiantes entre ellos y con el profesor, sino también el sentir de cada uno de los estudiantes; se realiza con intención de generar un clima de aprendizaje que escape de temores y que permita trabajar libremente en grupo.

Me estoy acordando sobretodo de cuando teníamos que imitar los gestos y expresiones de Benja; al menos a mí se me hacía difícil pero entiendo que el propósito era claro: darse cuenta de que Benja, Elena y todas nosotras estábamos en igualdad de condiciones. Además, cuando más tarde nos pusimos a bailar siguiendo la música y con los ojos cerrados, creo que se consiguió establecer un vínculo temporal entre nosotras, si no todas, con algunas. En cierto modo, “conectamos” o fuimos conscientes de cómo y qué sentía el otro, algo que indiscutiblemente facilita el proceso de aprendizaje, ya que huye del aprendizaje individualista o competitivo, y fomenta el trabajo en grupo, las relaciones personales, el aprendizaje colaborativo, etc.

Con respecto al ejercicio de escenificación, me parece que todas coincidimos en que se trataba de ejemplificar en primera persona posibles contratos de aprendizaje. Aunque tuvimos tiempo para prepararlo un poco, básicamente fueron surgiendo de forma espontánea y resultó más que curioso ver las diferentes posturas y actitudes que pueden adoptar las dos partes (profesor y alumno) durante el contrato de aprendizaje. En todos ellos, pero de forma distinta según el “tipo” de alumno o profesor, se planteaba un problema o demanda y se negociaba al respecto con la intención de pactar una solución y cumplir el compromiso que del mismo se derivara.

24 de diciembre de 2008

Pan integral (técnica de la impulsividad), 17/11/08

¿En qué consiste? ¿Cómo se desarrolló?


Aparentemente ésta era la actividad más sencilla: por parejas, cara a cara, teníamos que establecer un diálogo en el que solo podíamos decir “pan integral”. Aparentemente, porque en realidad era complicadísimo. El objetivo era darnos cuenta de que con una expresión tan tonta como “pan integral” podemos expresar mucho de nosotros mismos: cómo nos sentimos, si la persona con la que hablamos nos incomoda o no, etc.


Esta vez trabajé con Marisa, así que os podéis imaginar que más que sosegada, estaba intranquila i bastante cortada. Durante el ejercicio ella parecía llevar la voz cantante, a mí me intimidaba tenerla frente a mí, mirándome a mí y a nadie más, y me mostraba más insegura. Aun así, la actividad se desarrolló bien, no hubo silencios ni momentos demasiado incómodos, pero es cierto que al final Marisa y yo nos encontrábamos un poco cansadas.


¿De qué me doy cuenta sobre mí mismo? ¿Y de la relación con el grupo?


Me he dado cuenta de que puedo transmitir cómo me siento sin apenas decir nada, que, por decirlo de algún modo, utilizando solo mi voz, solo diciendo dos palabras, soy bastante transparente. Benjamín, que estaba a nuestro lado, se dio cuenta de lo que estaba sucediéndome y me animó a seguir, a “crecerme” y a expresarle a Marisa que me estaba haciendo sentir inferior a ella, por supuesto solo diciéndole “pan integral”.


Con respecto a la relación con el grupo, tuve la impresión de que al final todos terminamos cansados y que el ejercicio se nos hizo un poco monótono. Más que aburrido, creo que al tratarse de una práctica repetitiva, había que saber hacerla muy bien, y no rendirse antes de tiempo.


¿Cómo fue mi relación con los papeles de la autoridad?


Como ya he dicho, hice este ejercicio con la profesora y creo que eso entorpeció un poco mi actitud, puesto que incluso antes de comenzar, tenía ya miedo. Marisa se sorprendió cuando lo comenté a Benjamín, ya que ella estaba participando como un estudiante más y para nada pretendía intimidarme; de hecho, creo que el problema era mío, quiero decir, que ella no hizo nada explícitamente que pudiera molestarme, sino que todo se debía a lo que yo pensaba o imaginaba que ella pudiera pensar.


¿Por qué puede ser útil esta actividad para mí?


Ha sido útil por lo que comentaba anteriormente, porque me ha mostrado en primera persona que no necesito una expresión elocuente para mostrar cómo me siento; que además de las palabras, el cuerpo y la voz también pueden decir(me) mucho.


¿Cómo me he sentido? Percepciones, sensaciones y sentimientos de mí y con mis compañeros.


Sin duda, ha sido una de las actividades que más nerviosa me han puesto y, probablemente, con la que menos he disfrutado, sin que eso signifique que no me gustó; de hecho, me enamoré de la dinámica y creo que es un ejercicio fantástico para utilizar en clase.


¿Cómo lo relaciono con otras asignaturas?


Creo que este ejercicio es fundamentalmente una manera de aprender a mantener una conversación con los demás, y no me refiero exclusivamente a dialogar, sino, al mismo tiempo, a saber con quién se está dialogando y a tener presente qué me está diciendo en realidad el emisor, qué puedo deducir yo de su forma de hablar, de sus movimientos y su postura, cómo debo reaccionar ante eso, etc. Como en casi todos los diálogos, en el que mantuvimos Marisa y yo también hubo una postura más dominante que otra: yo sentía que era ella quien llevaba las riendas de la conversación y ante eso apenas podía objetar o hacer nada. Junto con los papeles que adopta (inconsciente o conscientemente) cada uno, se encuentra el concepto de autoridad, del que también hemos hablado en clase. Así pues, creo que este ejercicio podría estar relacionado con algunas ideas explicadas en las clases de Socioconstructivismo y Autonomía.


Por un lado, podría relacionarse con los nuevos roles que deben adoptar profesores y alumnos. Pensando en mi experiencia, me sentía intimidada por la “autoridad”, pero lo cierto es que Marisa tenía las mismas condiciones que yo, ni una más; aunque yo la viera como la autoridad, ella estaba al mismo nivel que yo, era una estudiante más. Todo esto me recuerda a cuando comentábamos en el aula que efectivamente el buen profesor debería saber entender un poco al estudiante, sin necesidad de perder por ello todo su poder; valorar además de conocimientos o de lo rápido o despacio que el alumno aprende, los aspectos afectivos, o simplemente ponerse en la situación del estudiante.


Por otro, y muy en consonancia con el párrafo anterior, la actividad me recuerda un poco a los contratos de aprendizaje que comentamos con la profesora Helena Baynat, puesto que durante la actividad parecía que Marisa y yo estábamos discutiendo sobre alguna cuestión; con un simple “plan integral” parecíamos querer alcanzar un pacto, que desgraciadamente no conseguimos porque supongo que no puse toda la carne en el asador. Esta experiencia me hace pensar en posibles encuentros o seminarios en los que el alumno, por miedo a meter la pata o “desafiar” el poder “omnipotente” del profesor, abandona el contrato de aprendizaje antes de tiempo.


Finalmente, aunque esto menos profundo, es una práctica que me recuerda también a la parte de discurso oral que trabajamos con el profesor Faust, ya que, teniendo en cuenta que solo se nos permitía decir “pan integral”, los gestos, movimientos, en definitiva, la expresión corporal, significaba muchísimo, como sucede en situaciones orales.

23 de diciembre de 2008

Técnica de la imaginación, 17/11/08

¿En qué consiste? ¿Cómo se desarrolló?


En la tercera actividad de la sesión se pretendía trabajar sobretodo la vulnerabilidad de cada uno de los estudiantes. El ejercicio, en el que se trabajaba por parejas, consistía en identificarse con un animal, árbol, una casa, el lugar favorito de la infancia y un juguete y expresar lo que sentíamos, queríamos y necesitábamos. La mecánica era siempre la misma: “si yo fuera un… sería…” y a continuación, respondía el otro compañero; después, “soy…, siento…”, “soy… quiero…” y, por último, “soy…, necesito…”. Aída y yo trabajamos juntas; a continuación presentaré y comentaré lo que yo fui diciendo:


Si yo fuera un animal, sería un caballo. Soy un caballo, siento que mi galope es rápido y un poco descompasado, y que mi crin se echa hacia atrás por el viento; soy un caballo, quiero llegar a algún sitio pero no sé cuál; soy un caballo, empiezo a fatigarme y necesito parar para descansar aunque no haya llegado a mi destino.


Si yo fuera un árbol, sería un almendro. Soy un almendro, siento la luz del sol sobre mis ramas y flores; soy un almendro, quiero que mi hermano pequeño juegue debajo de mí; soy un almendro, necesito que no anochezca para que puedan venir más niños a jugar y para que mis flores no teman a la oscuridad.


Si yo fuera una casa, sería una casita rural en medio del campo con vistas a la playa, con dos puertas para entrar: una daría a una playa, de agua turquesa y con mucho olor a sal; la otra, a un campo de tonos verdes, con árboles frutales y animales como vacas, ovejas, patos, etc. Soy una casita de campo, siento que estoy viva, que hay una familia dentro de mí, que hay niños y un perro que persigue a los patos. Soy una casita de campo, quiero que mis habitantes se bañen en el mar; soy una casita de campo y creo que no necesito nada en especial.


Si yo fuera el lugar favorito de mi infancia, sería el regazo de mi madre. Soy el regazo de mi madre, siento calor y bienestar porque tengo sobre mí a mi hija (es decir, yo); soy el regazo de mi madre, quiero estar ahí siempre que me necesite; soy el regazo de mi madre y necesito tener fuerzas para no cansarme por el peso de mi hija.


Recuerdo muy bien que Aída comentó que ella sería la casa y el patio donde jugaba con sus primos al escondite. Recuerdo también que se emocionó y entristeció un poco porque echaba de menos a su familia. Parece que relacionamos la infancia con experiencias buenas, que desearíamos revivir en cualquier momento. La reacción de mi compañera me estremeció porque sentí que las dos estábamos ancladas en el pasado, en algo que probablemente no volvería a repetirse pero que nos había marcado como personas.


Por último, si yo fuera un juguete, sería un libro con ilustraciones sencillo de leer, una historia tierna para mayores y pequeños. Soy un libro con ilustraciones, siento los colores de mis páginas y el cosquilleo que me producen las letras al leerse; soy un libro con ilustraciones, quiero hacer sonreír a los niños, aliviarles si están tristes o acontecidos; soy un libro de ilustraciones, necesito que mi historia no aburra nunca.


¿De qué me doy cuenta sobre mí mismo? ¿Y de la relación con el grupo?


De la relación con el grupo no puedo comentar nada, puesto que trabajé solo con Aída. De ella, en cambio, sí puedo decir que me escuchaba con todos los sentidos, que me hizo sentir muy bien, muy tranquila, y que, además de emocionarse cada vez más a medida que avanzábamos, consiguió transmitirme lo que sentía.


¿Cómo fue mi relación con los papeles de la autoridad?


Mi relación con ellos fue correcta, sin presiones ni intimidaciones.


¿Por qué puede ser útil esta actividad para mí?


Pues no sé muy bien para qué puede resultarme útil, supongo que le interesaría más bien a un psicólogo o psicoanalista para dibujar mi perfil, pero a mí creo que el ejercicio no hace sino mostrarme aquello que me gustaría ser o tener, es como un reflejo de aquello que me haría feliz.


¿Cómo me he sentido? Percepciones, sensaciones y sentimientos de mí y con mis compañeros.


Me sentí relajada y algo melancólica porque añoraba aquello de lo que hablaba, pero, en general, muy contenta y, a diferencia de otros ejercicios, me notaba muy sosegada, aunque puede que se debiera en parte a que trabajaba con Aída.


¿Cómo lo relaciono con otras asignaturas?


Llevo varios días pensándolo y no consigo relacionarlo con las asignaturas del curso. Creo que es una técnica que efectivamente demuestra que los estudiantes (y también los profesores) somos vulnerables a sentimientos, emociones, momentos o recuerdos, y que de alguna manera eso condiciona nuestro proceso de aprendizaje y enseñanza; más allá de eso, no encuentro ninguna otra relación.


19 de diciembre de 2008

Aquí y ahora me doy cuenta, 17/11/08

¿En qué consiste? ¿Cómo se desarrolló?


Éste fue el segundo ejercicio que realizamos. La dinámica fue totalmente distinta a la del primero: nos sentamos todos en círculo y Benjamín nos pidió que cerráramos los ojos. La actividad consistía en relajarse y conseguir que nuestro cuerpo nos dijera qué sentía y cómo lo sentía. Lo que teníamos que hacer nosotros era expresarlo en voz alta, de tal forma que también escucháramos a los demás.


Al principio decíamos cosas bastante predecibles como “aquí y ahora me doy cuenta del ruido del pasillo” o “aquí y ahora me doy cuenta del calor”, pero a medida que fuimos relajándonos fueron saliendo expresiones como mínimo curiosas: “me doy cuenta del color de las uñas de Marisa” o “me doy cuenta de que Inma está nerviosa”, “me doy cuenta de que Aída quiere mucho a sus hijos” o “me doy cuenta de que no estoy relajada y me estoy acordando aquí y ahora de mi madre”, etc. Tuvimos tiempo para decir mucho, la actividad se desarrolló bien, mejor cuanto más hablábamos, y terminó bien.


¿De qué me doy cuenta sobre mí mismo? ¿Y de la relación con el grupo?


Pues como me sucedió también el la otra sesión, tras hacer la actividad me percaté de la sensibilidad de mi cuerpo. Al menos en mi caso, el día de cada día, cuando voy de un lado a otro, cuando tengo que cocinar, comer rápido, ir a la universidad, recoger a mi hermano, etc., apenas destino diez minutos a encontrarme con mi cuerpo, a relajarme y ser consciente de cómo me he ido sintiendo a lo largo del día.


El único momento del día que reservo exclusivamente para mi cuerpo es por la noche, antes de dormir. Me embadurno de crema la cara y me preparo una infusión, entonces o navego por Internet o leo; sin embargo, tampoco en ese periodo de tiempo, me olvido de todo, de mí misma, de lo exterior y me centro exclusivamente a escuchar mi cuerpo.


Cuando hacíamos la actividad con Benjamín, aunque casi al final, solo importaban mis músculos, mis manos frías, mi espalda, mi pelo resentido por el calor de la plancha, los dedos de mis pies ansiosos por salir de mis zapatos… en fin, era el cuerpo y solo él el que se pronunciaba y el que manifestaba su bienestar, nerviosismo, agobio, timidez, ansias de movimiento, etc. Así por ejemplo, mi cabeza se daba cuenta de las uñas de Marisa. Supuestamente no veía nada, pero aquellas uñas, que había visto antes de comenzar en las manos de la profesora, que las movía de un lado a otro para acompañar su explicación, me recordaban que estaba en el aula con Marisa, con la autoridad.


Por último, con respecto a la relación con el grupo, no sé muy bien qué decir, porque tampoco me acuerdo demasiado. Al principio sí prestaba inconscientemente atención a las palabras de los demás, pero enseguida me desconecté de ellas, por decirlo de algún modo.


¿Cómo fue mi relación con los papeles de la autoridad?


Mi relación no fue mala aunque el hecho de saber que Benjamín nos observaba desde fuera y que Marisa participaba con nosotros, me intimidaba un poco; de todos modos, repito que esa sensación fue desapareciendo.


¿Por qué puede ser útil esta actividad para mí?


Me ha resultado beneficiosa porque me ha demostrado que debo escuchar más a mi cuerpo, que debo prestarle más atención, puesto que cada músculo, cada huesecito, cada órgano, cada articulación o incluso cada pelo de mi cabello es sensible al frío, al nerviosismo, a la melancolía, etc.


¿Cómo me he sentido? Percepciones, sensaciones y sentimientos de mí y con mis compañeros.


Aunque al empezar estaba un poco nerviosa, como me ocurre casi siempre con Benjamín, terminé la actividad más relajada que antes de comenzar. También es verdad que al abrir los ojos, me sentía un poco aturdida, de hecho, necesité un poco de tiempo para situarme, para volver al aula. Evidentemente no fui a ninguna parte, pero sentía cómo mis músculos, que se habían destensado o relajado, volvían a la “realidad”.


¿Cómo lo relaciono con otras asignaturas?


Creo que utilizar técnicas de relajación no hace sino mejorar el rendimiento del aprendizaje del alumno y el modo de enseñar del profesor. Si liberamos tensiones, si somos conscientes de dónde y con quién estamos, de cómo se siente mi cuerpo y el de los alumnos en un contexto y momento determinado, creo que lograremos mayor concentración, creatividad y calidad de aprendizaje, menos fatiga, etc. Además, estoy convencida de que actividades como ésta fomentan una educación más emocional y, por tanto, pueden favorecer las relaciones del alumno con el profesor.

 

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